“Hombre cobarde no coge mujer bonita”. Pepe Kierdelewicz

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viernes, 23 de diciembre de 2011

2011...buen año. 2012...será mejor!!!


Estamos casi en Navidad y a pocos días del 2012 y no hago otra cosa que pensar en los regalitos, en lo que hice en el 2011 y lo que voy a hacer en el 2012. Pese a mucho, la balanza se inclina para el lado bueno, y eso me empuja para más.

Es increíble la motivación y las ganas que tengo de seguir sumando kilómetros después de esta última carrera. Ya tengo programada las próximas 24hs para el 14 de abril.

Los números de este año también me ponen contento. Desde el 1º de enero de este año no hubo mes que no haya sumado menos de 300 kilómetros hasta el pico máximo de más de 600 kilómetros. En total fueron 4592km. En otras palabras más de 382km mensuales, ósea 95,650km semanales…de media!!! Para hacer estos kilómetros pasé por interminables minutos solo en la ruta o por la sierra, fartleks, progresivos, infinidades de lomas, pasadas…

Tres Ultras Maratones: los 101K de Ronda, un 100K de ruta y un 24hs en pista. Creo que si hago la nota media apruebo con un 7 u 8…según yo, así que no creo que sea muy valido…pero como guía me sirve. Ja!

Siento mucha satisfacción y orgullo, no solo por estos números sino por lo que tuvimos que pasar para conseguirlos. Con el apoyo de muchos amigos y la familia me mudé varias veces de ciudad por trabajo, volviendo a Badajoz cada fin de semana para ver a mis chicas, hasta agosto que llegamos a Málaga y pudimos, por fin, centrarnos.

Para mi es muy importante conseguir un equilibrio entre familia, entrenamiento y trabajo. No puedo entrenar tranquilo si el resto esta mal, o viceversa x2.

Sinceramente lo que intento buscar es felicidad. Trabajo para ser feliz, entreno para ser feliz…y soy feliz para mi familia.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS!!!!

Familia, viejos y nuevos amigos, espero, desde el corazón, que busquen y consigan cada uno de sus sueños. Estar viendo como lo consiguen y sentirlos conmigo cuando los intente.

Gracias por estar alentándome en cada carrera…gracias por estar ahí!!!!!!

jueves, 27 de enero de 2011

¿Alguna vez te faltaron ganas para salir a entrenar?

Cuando llegué de trabajar estaba dispuesto a ponerme mi ropa de entrenamiento y salir sin mas. Con un buen sol, como hace días que no se ve, pero en el horizonte aparecían una nubecitas amenazantes.

En este primer mes de pre-temporada no hay entrenamientos muy largos pero si algún que otro durito, sumado a que entreno todos los días de la semana sin descanso, las piernas notan una linda carga.

Hoy tenía una buena entrada en calor, saltos y 50´de Fartlek en terreno variado.

Después de una hora esperando que pasen esas nubes negras que anunciaban chaparrón fuerte, y en un acto de arrojo involuntario, me puse la siempre fría ropa de entrenamiento y salí. Cuando llego creo que tardé 10 minutos en bajarme del coche, entro en calor con un viento horrible, saltos y me quito la ropa para empezar ese horrible Fartlek. Me llama Cati por teléfono y empezó a chispear; me subo al coche. Estaba tan a gusto dentro. El viento no me golpeaba los oídos, no me estaba mojando, no tenia frío, estaba hablando muy a gusto con mi hija…..y dejó de llover.
 
Por fin me decido y salgo. ¡Que pocas ganas, por favor! Trotando los primeros metros buscaba alguna motivación y me acuerdo del plan que decía “Fartlek en terreno variado”, y pienso: “¿que haría Pablo (mi nuevo entrenador de toda la vida) en este caso?”….veo las dunas y lo tuve muy claro. Me acordé inmediatamente de aquellos años donde salir a trotar por la ciudad con él era toda una aventura. No había banco o valla que no saltásemos, ni loma de tierra que no subiéramos, ni contar los cambios de ritmo cuando no había otra cosa mejor que hacer. Y cuando salíamos por la sierra!!....nos quedaban las piernas arañadas como si las hubiéramos puesto en una bolsa de gatos. Así que derechito a las dunas y caminos serpenteantes por debajo de abetos y plantas de esas que te raspan las piernas.
 
Volví a esos despreocupados años de adolescente donde solo quería entrenar y correr. Volví a buscar los peores y más enrevesados caminos que hagan de mi carrera lo más complicado posible.
 
Subiendo por la arena blanda, peleando con la lluvia y el viento de cara, saltaba bajaditas abruptas intentando que los pies no se entierren en la arena, buscaba lugares donde nadie haya pasado y cuando veía una huella me enojaba y buscaba otro más difícil. Cuando pensaba en trotar por un sitio más fácil para recuperar un poco pensaba que la vuelta la iba a hacer por la calle para llegar rápido porque si volvía por el mismo camino tardaría más tiempo que lo que ponía el plan, así que seguía pensando en un camino difícil.
 
Cuando dí la vuelta busque una calle para volver pero después de 300m me aburrí y volví a las dunas que me trajeron. Eso si, con la condición de no volver por los sitios difíciles. Me volví a aburrir y otra vez a bajar y subir y saltar y disfrutar de este difícil y frío camino hacia el final……que no es otro que mi próximo reto.
 
Realmente este entrenamiento que empezó como un suplicio terminó siendo unas vacaciones mentales de 50 minutos.

sábado, 17 de julio de 2010

Voy hacia el fuego como la mariposa...

Dicen que en los largos días de verano, algunas mariposas tropicales nacen cuando el sol despeina sus rojos cabellos mordiendo el horizonte.

Despliegan sus alas y se lanzan al aire, gustándolo todo con fruición y deleite.
Salen de su capullo enamoradas ya y ardiendo de ganas, despilfarran olores y escalas cromáticas en busca de su pareja, con furiosa alegría, con inocente y salvaje desparpajo.

Nada les importa que su vuelo nupcial atraiga a los temibles predadores, que no dudan en aprovechar la torpeza típica de los enamorados para darse un festín entomológico.

Estas mariposas nacen con la urgencia del amor, porque la Naturaleza las llama a dejar descendencia ese mismo y único día. Vuelan incansablemente durante las horas que se les permite la vida. Besan a las flores, firuletean con el viento. Se burlan de los pájaros (si pueden). Se buscan, se encuentran, se seducen, se aparean, desovan con gracioso donaire.

Después, agotadas y pletóricas de sensaciones, se buscan un sitio desde donde contemplar nuevamente -y por última vez- el esplendor y la calidez del sol que se oculta.

Yo me pregunto, también, como Camila : esa mariposa "¿Cómo podría entender el significado de la palabra"noche"?"

Su vida es de una intensa luminosidad, de un vértigo absoluto. Fantaseo, con el bobo romanticismo que me caracteriza, con la idea de que esta mariposa de un día pasa sus breves horas a las risas y evitando sermones, haciéndose la desentendida cuando la alertan sobre los riesgos y peligros que la circundan.

Ocasionalmente, alguna de ellas escapa a su destino y sobrevive durante la aterradora y negra noche. Entonces la pobre busca su sol, busca su luz. Caramba! No se imaginaba que ese bello ardor que la mantenía vital pudiese desaparecer así como así...

Se ha vuelto sorda en su desesperación. No oye las voces de aviso. No oye las buenas intenciones de quienes le aseguran que la noche terminará y otro solo rojo aparecerá por el Este.

Y entonces, sucede.

Encuentra un fuego. Una lamparita, una vela, un leño ardiendo, lo que sea. Encuentra el sol. Se acerca y revolotea, gozosa y entregada. Algunos siguen diciendo "qué tonta es, no se da cuenta de que cerca de la luz, morirá".

Y así, en esa danza de alegría y reencuentro, en esa cercanía limpia, en ese calor palpitante, la mariposa de un día abraza la existencia.

Los que nunca han vivido en la luz...¿cómo podrían entender el significado de esta mística?

jueves, 18 de febrero de 2010

Esos locos que corren

Esos locos que corren
yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.
Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.
Usan championes con aire y zapatillas de marca, corren descalzos o gastan calzados. Traspiran camisetas, calzan gorras y miden una y otra vez su propio tiempo.
Están tratando de ganarle a alguien.
Trotan con el cuerpo flojo, pasan a la del perro blanco, pican después de la columna, buscan una canilla para refrescarse… y siguen.
Se inscriben en todas las carreras… pero no ganan ninguna.
Empiezan a correrla en la noche anterior, sueñan que trotan y a la mañana se levantan como niños en día de reyes.
Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de la carrera comen pastas y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con asado apenas termina la competencia.
Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años.
Son hombres y mujeres.
No están bien.
Se anotan en carreras de ocho o diez kilómetros y antes de empezar saben que no podrán ganar aunque falten todos los demás.
Estrenan ansiedad en cada salida y unos minutos antes de la largada necesitan ir al baño.
Ajustan su cronómetro y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles.
Son sus referencias de carrera: “cinco que corren parecido a mí”.
Ganarle a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa.
Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece.
Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar que se la entregue un niño que levanta un vaso cuando pasan.
Se quejan del sol que los mata o de la lluvia que no los deja ver.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de un sauce o el resguardo de un alero.
No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que llegan a la meta.
No las preparan…son parte de ellos.
El viento en contra, no corría una gota de aire, el calzado nuevo, el circuito mal medido, los que largan caminando adelante y no te dejan pasar, el cumpleaños que fuimos anoche, la llaga en el pie derecho de la costura de la media nueva, la rodilla que me volvió a traicionar, arranqué demasiado rápido, no dieron agua, al llegar iba a picar pero no quise.
Disfrutan al largar, disfrutan al correr y cuando llegan disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido.
¡qué ganaron una vez más!
No se dieron cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de personas… pero insisten con que volvieron a ganar.
Son raros.
Se inventan una meta en cada carrera.
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay locos que corren.
Les tiemblan las manos cuando se pinchan la ropa al colocarse el número, simplemente por que no están bien.
Los he visto pasar.
Les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen.
A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se les desfigura, la transpiración corre por sus caras, las puntadas empiezan a repetirse y dos kilómetros antes de la llegada comienzan a preguntarse que están haciendo allí.
¿por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la vereda?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo.
Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta.
Llevan un cartel en la frente que apaga y prende que dice “llegué -tarea cumplida”.
Apenas llegan toman agua y se mojan la cabeza, se tiran en el pasto a reponerse pero se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes.
Se vuelven a tirar y otra vez se paran porque van a saludar a los que llegan después que ellos.
Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.
Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo.
Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.
Se agrupan por equipos y viajan 200 kilómetros para correr 10.
Compran todas las fotos que les sacan y no advierten que son iguales a las de la carrera anterior.
Cuelgan sus medallas en lugares de la casa en que la visita pueda verlas y tengan que preguntar.
Están mal.
-esta es del mes pasado- dicen tratando de usar su tono más humilde.
-esta es la primera que gané- dicen omitiendo informar que esa se la entregaban a todos, incluyendo al que llegaba último y al inspector de tránsito.
Dos días después de la carrera ya están tempranito saltando charcos, subiendo cordones, braceando rítmicamente, saludando ciclistas, golpeando las palmas de las manos de los colegas que se cruzan.
Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día.
Dicen que los pescadores, los nadadores y algunos más.
Dicen que la gente no se banca tanto silencio.
Dicen que ellos lo disfrutan.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Dicen que el resto busca excusas para estar siempre acompañado.
Están mal de la cabeza.
Yo los he visto.
Algunos solo caminan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y trotan un poquito.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Estiran, se miran, giran, respiran, suspiran y se tiran.
Pican, frenan y vuelven a picar.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.
Están completamente locos.

Marciano durán
marzo 2008

jueves, 10 de diciembre de 2009

La planta del bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas:
¡Crece, maldita seas!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.
En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó solo seis semanas en crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno, y que éste requiere tiempo...
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que -en tanto no bajemos los brazos-, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es mas que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo...

¡Cómo nos cuestan las esperas! ¡Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos...!

Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi... nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué...

Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés...

¿Para qué?

Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Gobernar aquélla toxina llamada impaciencia, la misma que nos envenena el alma. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes...

Quizás sólo estés echando raíces...

Manifiesto

Es el Maratón, no la Maratón. En masculino y con mayúscula. No son 10, 15 ni 21 kilómetros. El Maratón son siempre 42 kilómetros y 195 metros. Ni uno más, ni uno menos. Es la carrera detrás de todas las carreras, la reina de las distancias. Es el sueño de todo corredor que se digne de ser corredor. No es una cuestión de velocidad sino de voluntad y resistencia. Y también de estrategia, en la que un mínimo error puede ser el fin. Es la carrera contra uno mismo. Contra tu cuerpo, tu mente y tu sombra. Es la prueba definitiva del carácter y la templanza. Vas a atravesar en pocas horas todo el espectro de las emociones humanas. Ilusión, ansiedad, desesperanza, miedo, dolor, rabia, coraje, orgullo. No vas a ver el muro, pero tarde o temprano el muro va a estar ahí. Es el final perfecto para coronar meses de arduo entrenamiento, y al mismo tiempo no saber si vas a llegar. Nadie se olvida de su primer Maratón, tampoco del segundo, ni del tercero. Es una hazaña que vas a contar siempre, pero que es solo tuya. Única e irrepetible.

Escribir es un acto de valentía

EL ACTO DE ESCRIBIR por Paulo Coelho.

En las dos columnas anteriores hablé sobre la lectura y la pluma y la palabra. Termino aquí con algunas reflexiones sobre el texto final.

En primer lugar, repito lo que dije anteriormente: todo el mundo tiene una buena historia que contar, y forma parte de la naturaleza humana el compartir un poco de la experiencia personal con los demás. Quizá me pregunten: ¿y la editorial? ¿Cómo publicar estas experiencias?

En realidad, hoy en día existen muchas plataformas para eso (como Internet o cualquiera de los muchos periódicos en circulación, por ejemplo) y siempre habrá alguien interesado en lo que escribes. De todas maneras, aunque no existiese tal persona, el placer de escribir ya merece la pena.

A medida que la pluma va trazando palabras en el papel, tus angustias desaparecen y tus alegrías permanecen. Hace falta tener valentía para mirar en lo profundo de uno mismo y traer lo que se ha visto hasta el mundo exterior, y hay que tener aún más valentía para asumir que, un día, lo que escribiste podrá (y deberá) ser leído por alguien.

¿Y si se tratara de algo muy íntimo? No te preocupes. Hace miles de años, Salomón escribió las siguientes palabras: «Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol» (Eclesiastés 1:9).

Es decir: si hace miles de años no existían nada nuevo, ¡imagínate ahora!

Nuestros sentimientos de alegría y angustia continúan siendo los mismos y no hay por qué esconderlos. Y aunque no haya nada nuevo bajo el sol, permanece aún la necesidad de traducirnos todo eso a nosotros mismos y a los de nuestra generación.

Jorge Luis Borges dijo en cierta ocasión que en realidad sólo hay cuatro historias que puedan contarse:
A] Una historia de amor entre dos personas.
B] Una historia de amor entre tres personas.
C] La lucha por el poder.
D] Un viaje.

De todas maneras, a lo largo de los siglos, los hombres y las mujeres continúan recontando esas historias y ha llegado el momento de que tú hagas lo mismo. A través del arte de la escritura entrarás en contacto con tu universo desconocido y acabarás sintiéndote un ser humano mucho más capaz de lo que creías.

La misma palabra puede leerse de maneras muy diferentes. Escribe `amor´ mil veces, por ejemplo, y en cada ocasión el sentimiento será distinto. Una vez que las letras, las palabras y las frases están dibujadas en el papel, la tensión necesaria para que eso ocurriera ya no tiene razón de ser.

Por consiguiente, la mano que las escribió reposa y sonríe el corazón del que se atrevió a compartir sus sentimientos. Si alguien pasa al lado de un escritor que acaba de terminar un texto, pensará que tiene una mirada vacía y que parece distraído.

Pero él –y solamente él– sabe que arriesgó mucho, que consiguió desarrollar su instinto, que mantuvo la elegancia y la concentración durante todo el proceso y que ahora podrá darse el lujo de sentir la presencia del universo, y comprenderá por fin que su acción fue justa y merecida. Los amigos más cercanos saben que su pensamiento cambió de dimensión, pues ahora está en contacto con todo el universo: continúa trabajando, aprendiendo todo lo que ese texto trajo de bueno, corrigiendo los eventuales errores, aceptando sus virtudes.

Escribir es un acto de valentía. Pero merece la pena arriesgar.

Cuando eres corredor

Esto lo saque de otro blog y me pareció muy gracioso...y real! por eso lo colgué

Sabes que ya eres corredor cuando...

Tratas de convencer a todo el mundo que corra 5 km, "porque eso no es nada."
Te sabes las distancias a todas partes con una precisión de 100m
Te parece que la diferencia entre 5 min/km y 6 min/km es inmensa.
La enfermera se asusta porque tus pulsaciones están en cuarenta.
Tus héroes son todos africanos y ya tú te estás pareciendo a ellos.
Hidratos, pasta, agua y sales son el 80% de tu dieta.
No corres para adelgazar, sino que adelgazas para correr.
Te levantas más temprano los fines de semana que los día de trabajo.
Los viernes te acuestas más temprano que el resto de la semana.
Sales escondido a correr porque te da pena decirle a la familia que vas por tu segunda carrera del día.
En un día "suave" corres 10 km.
En el tendal hay un sitio especial para la ropa de correr.
Cuando viajas, las zapatillas las cargas en el equipaje de mano.
Eres el único al que no le importa que el ascensor no funcione.
Ya nadie pelea contigo porque sales a correr un 25 de diciembre.
Corres 12 km, te bañas, te vistes y te desayunas y cuando el resto de la gente se despierta te pregunta: "¿Qué pasa?¿ hoy no corres?"
No puedes correr en el gimnasio porque la cinta tiene un limite de 30 minutos (de todas maneras correr en cinta te parece una mierda.)
Ves maratones por televisión.
Cuando los gels y los energy-bars te empiezan a saber bien.
Mezclas Gatorade con agua porque "la concentración comercial no es la correcta."
Desayunas a las 4 de la mañana.
Te molesta la gente que le llama a cualquier carrera "maratón."
Cuando la familia ya no te reclama que corres mucho o estás muy flaco.
Viajas 100 km para una competición de 10km.
Te fijas en las zapatillas que usan otros.
Sabes más de rodillas que un médico.
Te puedes tomar 4 litros de agua seguidos.
Tienes un blog para escribir estupideces como éstas.

La vida te dá sorpresas...

El miércoles pasado me enteré de un 10km que se hacía en una ciudad a 50km de Badajoz. Era el último día para hacer la inscripción…y de pedo pude hacerlo.

Patri no pudo acompañarme ya que todos los sábados hace un curso en Mérida (a 60km de Badajoz) y me fui solo.

Es una carrera importante así que invitaron a varios corredores españoles de nivel internacional. Marta Dominguez, actual Campeona Europea y Abel Antón, Bicampeón Mundial y Campeón Olímpico de Maratón. Toda una leyenda en España. Les dejo este link por si quieren saber más de él.

Largamos y a los 200 metros veo un poquito delante de mí a Antón. No quería perder la oportunidad de correr, aunque mas no sea unos kilómetros junto a un grande, apuro el paso y lo alcanzo. Después de algunos metros quedamos solos y comenzamos a charlar.

Pasamos los primeros mil un poco más fuerte del ritmo que yo había pensado, le pregunto a cuanto pensaba correr y me dijo que seguiría a ese ritmo. Miro mi pulsómetro y mi corazón venia al taco. Le digo que vengo fuerte pero que intentaría seguir con él. Si podía mantener ese ritmo haría la marca que había ido a buscar. Me dijo que OK, que lo mantendríamos así.

Seguímos charlando y por el kilómetro 5 venia realmente al taco. Mis piernas no podían empujar más y mi corazón por las nubes. Veo a Patri alentándome en la vereda y la saludo. Había podido llegar a tiempo.

En ese momento empezó mi sorpresa.

Veo que gira la cabeza para ver donde estaba yo y, al verme un poco retrasado, disminuye el ritmo y…¡me espera! No sé como explicarles la sensación de que una persona que es unos de los más grandes de la historia del Maratón me espere para ayudarme a conseguir mi marca. Me dice que estaba por llegar una subida difícil, que disminuiríamos un poco el ritmo para poder soltarnos en la bajada…¡¡¡ME ESTABA LLEVANDO!!!

Entre el kilómetro 6 y el 7 me aparecen esas malditas arcadas donde parece que voy a escupir los pulmones. Me duraron como 150 metros. Se me endurecieron hasta los brazos. Me pregunta si estaba bien. Le digo que estaba “perfecto”, que siempre me llegaban esas arcadas al final pero como ya habían pasado podría seguir sin preocuparme. Se nos une otro chico y los tres seguimos tirando juntos.

Estaba que no podía con mi cuerpo, nunca había corrido tan fuerte. 170 pulsaciones y todavía faltaban 3 kilómetros.

Le pregunto que se hace en estos casos y me responde: ”-Aguantar”. Y así lo hice.

Ya en silencio llegamos al kilómetro 9 (porque no tenía aire ni para escupir). Mi reloj me dice que bajaba la marca que había ido a buscar. 500 metros en subida para llegar a los últimos en bajada. Cambiamos de ritmo, los últimos cartuchos y llegamos. Nos saludamos, foto y autógrafo en mi dorsal.

Abel Antón había ido solo a presentar su libro. No pensaba correr pero lo hizo (no sé por qué) Se preocupó por ayudar a un lento desconocido (39min 35 segundos fue mi marca). Al pasar la línea de llegada, entre fotos y autógrafos a otros fans, seguimos charlando junto a un apretón de manos y nos despedimos.

Una linda lección de grandeza y una gran motivación para seguir sumando kilómetros en vistas a la Ultra.