Salí a las 6:30 de la mañana a hacer 7 horas de trote por caminos variados.

Me empecé a tomar el día con mucha tranquilidad. Cuando me pasaba esto, tendía a desesperarme e intentar correr más rápido aunque mi cuerpo no pudiera, pero ayer me lo tomé muy bien. Como no podía disfrutar de la escalada o del ritmo, decidí disfrutar del momento, el camino y el paisaje.

Me sentía un poquito pelotudo correr por el paseo marítimo cargado con la mochila camelbak, con las dos botellas colgando delante, sucio, medio muerto y los corredores y/o trotadores domingueros mirándome.
Subí algunas cuestitas en encontraba por el camino y varias escaleras en las que parecía matrix, de como las subía, y llegó el momento de dar la vuelta para encarar la ultima hora y veinte hacia casa. Estaba muy cansado y con las piernas vacías, parecía que no iba a llegar, pero aunque sentía que me arrastraba seguía tirando para adelante con buena cabeza. En el "ultimo avituallamiento", donde siempre compro mi Coca Cola, decidí pasarlo de largo. El cuerpo no me lo pedía. Cosa curiosa que a partir de ahí empecé a levantar el ritmo y esos últimos 6 kilómetros me sentí muy bien.
Fueron casi 58 kilómetros en 6 horas 57' con 1120m de subida acumulada.
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